Noticia Patrocinada por la Revista Cultural Blanco Sobre Negro.

Que arte tiene el que tiene arte..

Hay ocasiones en las que en este maravilloso y extravagante mundo en el que nos manejamos como es el de las artes, tenemos la dicha de cruzarnos con singularidades que bien merecen un punto y aparte.

Este sin lugar a dudas es el caso de Manuel Jiménez, un dibujante cuya única herramienta es el típico bolígrafo, el cual enaltece al representar con él personajes, más cotidianos unos que otros, en sus famosas “botellas con arte”.

Generalmente son plasmados artistas o figuras de la cultura cordobesa por los que siente admiración (pintores, escultores, cantantes, amantes del arte..), ya que como el dice:
“Ellos son arte, hacen arte, hablan arte y conviven con él.
Algunos con arte, y que mejor dibujo de estos grandes artistas que tienen tras su imagen una gran historia. Muchas veces cuando vamos a alguna exposición de dibujo, vemos la gran obra pero no vemos al artista que es el talento y el que hace esa extraordinaria obra, pues para mí, si veo una obra suya, ya se quien es, no por su nombre sino por su imagen.”

Y cuánta razón tiene.
Su interés se centra en el creador, en ese artista que en múltiples ocasiones pasa desapercibido ya que lo que trasciende es su obra y originalidad creativa.
Manuel da vida y posiciona al autor por encima de su trabajo, ensalzando la persona y dando sentido completo a la dualidad creativa autor/obra.

Interesado por buscar nuevas formas de fomento y venta de su propio arte, este singular cordobés afable de mirada bondadosa ha hecho de sus dibujos y sobre todo de sus “botellas con arte” toda una forma de expresión que sin querer se ha convertido en todo un referente de humildad y cariño, toda una destacada reseña costumbrista de lo que acontece en la ciudad, de sus particulares y geniales gentes, porque amén de calidades que no marcan de por sí el valor de una obra, todos queremos tener un retrato de Manuel, llegando a la idea de que si no has aparecido en un retrato suyo algo mal estás haciendo en tu proceso artístico-personal.

Lo que se nos antoja como trazos de marcada línea individual se han convertido en todo un referente del momento vivido, de lo que de humano y divino tienen los personajes de nuestra ciudad, del deambular por calles adoquinadas y encaladas que no hace mucho dignificaron nuestros antecesores, esa Córdoba que añora la unión entre vecinos, lo colaborativo y sentimental que supone el ayudarse sin esperar nada a cambio, el “lo que necesites hoy y también mañana”…reminiscencias de la elegancia que no paraban de mostrar nuestros padres y abuelos, vinieran de la cuna que vinieran, y que desgraciadamente se está perdiendo a marchas forzadas.

Ahí, justo ahí radica el principal valor, insisto, de la obra de Don Manuel, en un maremágnum de sentimientos y añoranzas que nos envuelven y llevan a un simple bolígrafo a dignificar la labor de su autor.

Hay veces, en las que la valía de un creador no se mide por calidad de la obra, por técnica o estilo, habiendo algo mucho más importante que todo ello, el corazón, el alma que trazo a trazo pone en cada dibujo que realiza, en cada detalle de la persona que eterniza.

Francisco Arroyo Ceballos