En el corregimiento de Bajo Grande, enclavado en la alta montaña de los Montes de María, la vida de los niños que asisten a la Institución Educativa el Hobo (sede Bajo Grande), ha tomado un giro esperanzador gracias a un comedor estudiantil que empezó a funcionar a principios del mes de septiembre, un comedor que simboliza más que un espacio para alimentarse: es una puerta hacía un futuro mejor.
En esta escuela primaria, donde las risas y los sueños de no más de 70 estudiantes, que van desde preescolar hasta grado quinto, el comedor se ha convertido en un pilar fundamental para la comunidad. Más allá que brindar alimentos, este proyecto asegura que los pequeños lleguen a clases con energía y mente limpia para aprender. Lastimosamente en nuestro país son muchos los casos de niños que viven en estas comunidades, caseríos o corregimientos al rededor de las escuelas que asisten incluso sin probar alimento durante el día, pues sus condiciones económicas no lo permiten.
Quizás para muchos de nosotros que tenemos la fortuna de tomar los alimentos tres veces al día, este tipo de casos pasa desapercibido, pero la relación entre una buena alimentación y el rendimiento académico es incuestionable. En comunidades rurales como Bajo Grande, donde muchas familias enfrentan dificultades económicas garantizar al menos una comida balanceada al día en la escuela marca una gran diferencia en su situación. Para estos niños, el comedor no solo asegura su nutrición, sino que también alivia a sus familias, que ven en este proyecto un respiro para sus precarias economías.
"Al principio, parecía un sueño difícil de alcanzar, pero ahora vemos a nuestros niños comer, aprender y soñar con un mejor mañana", comenta una de las principales impulsoras del comedor infantil.
Detrás de este proyecto están las manos incansables de profesores y madres que han dedicado su tiempo y esfuerzo para hacerlo realidad: Es admirable ver como ellos (as) con su perseverancia, han convertido este espacio en un ejemplo de como la unión y el compromiso pueden transformar vidas. Cabe destacar que el comedor estudiantil de Bajo Grande es un ejemplo de cómo las iniciativas gubernamentales pueden transformarse en realidades palpables gracias al trabajo conjunto de la comunidad. Este proyecto forma parte de un programa de ayudas del gobierno que el rector de la institución se encargó de gestionar e inscribir, asegurando así los alimentos para los niños. Sin embargo, el éxito del comedor no habría sido posible sin el esfuerzo de las madres de familia, quienes, con recursos limitados pero con gran compromiso lograron acondicionar el espacio y dotarlo de mesas, sillas y utensilios necesarios para convertirlo en un lugar digno y funcional para la alimentación diaria de los estudiantes.
El éxito de estos comedores infantiles demuestra la importancia de invertir en proyectos que combinen educación con alimentación. Este modelo es un ejemplo que puede replicarse en otras zonas rurales, donde la falta de recursos económicos no debe ser una barrera para el aprendizaje.
En conclusión en este tipo de comedores estudiantiles cada plato servido es una promesa de un futuro más brillante, es un pequeño grano de arena para convertir de nuestro mundo un lugar mejor, más equitativo e igualitario. Considero a termino muy personal que este tipo de iniciativas no solo deben ser celebradas, sino también apoyadas y replicadas, porque el verdadero cambio comienza desde el corazón de nuestras comunidades.
Ojalá este año 2025 que apenas inicia este lleno de nuevas y mejores oportunidades para nuestros pequeños. Esos que viven de las zonas más apartadas y escondidas de nuestro país, esos que caminan largos trayectos para llegar a sus escuelas, esos que tienen que cruzar ríos, montañas y caminos llenos de fango, esos que muchas veces ponen su vida en peligro paro cumplir un sueño.
Lina Mar García